Cuaderno de Bitacora - Notas y Actualizaciones al Portal de la Bruja

Tuesday, October 03, 2006


PILAR MIRÓ, QUE ESTÁS EN LOS CIELOS...



Estoy leyendo tu biografía, Pilar. Los trozos de tu diario, extraídos aquí y allá. Tu soledad. Tu miedo a la enfermedad. Tus ansias de creadora infatigable. La desilusión cuando la película acabada no acertaba a reflejar todos los sentimientos que habías querido poner en ella ("No puede ser, Dios mío, no puede ser"). Qué familiar para todos los que alguna vez hemos querido escribir un cuento. Tus remordimientos tras cada estallido del carácter iracundo que te hizo famosa. "Me comporto como una niña, ¿por qué soy así? Hago daño y soy consciente". Qué belleza en tu miedo de que no supieras cuidar bien de tu niño por eso. Tu desamparo, tus deseos de apartarte de todo y de todos para evitar que te hicieran daño (el vivir duele, Pilar, y más si uno es español, así ha sido siempre, qué profundamente española era esa angustia de tus noches en vela). "No necesitar de nadie para que nadie me decepcione: pasar por las cosas sin dejar nada en ellas". Qué difícil...

Hay una foto, durante el rodaje de "La Petición", te tumbaste en la hierba, te desabrochaste la camisa, y dejabas que el sol te acariciase la cicatriz de la operación a corazón abierto, que te cruzaba el pecho. Es el símbolo perfecto, el resúmen, el centro de todo, ¿verdad?

Tus anhelos de eterna adolescente que sólo quería ser la chica en la grupa del caballo de Gary Cooper. "Nadie entendía cómo una mujer tan borde pudiera tener tantos amigos". Tenías la muerte en el alma, Pilar. Alma dulce de pájaro que canta solitario en la tarde. Y en estos días en que son tan escasos aquellos que dudan de arrojar la primera piedra, a mí no me cabe duda de que si los hay, estás en los Cielos.


CONOCIMOS LOS DÍAS

¿Sabes que de un tiempo a esta parte me he acordado mucho de ti? Supongo que el otro día, cuando el incendio, más que de ordinario. Fue algo instintivo, es curioso: después de tanto tiempo, me vino inmediatamente a la cabeza la idea de que te hubiera podido ocurrir algo. Y allí estabas. Al otro lado. Igual que en la noche lejana en que me acompañaste, desde lo profundo y lejano, cuando me quedé sólo.

Sí, te recuerdo mucho, mucho últimamente. No podré olvidar nunca la primera vez que te vi, en la acera de la estación, con tu chaquetita blanca de manga corta, tu pantaloncito azul y tus zapatitos rojos.

Sabes cuánto significaste para mí. Oh, sí, muy bien. Nunca me será dado respirar de nuevo un soplo de aire fresco como el que supuso tu entrada en mi vida entonces. Siempre lo supiste.

¿Recuerdas los duelos de cartas que mantuvimos, intentando encontrar una forma de letras o un color más difícil todavía? Aquella semana santa, en que se me estropeó internet y me escribiste tres mails en un día porque no sabías nada de mí. O aquella vez cuando te eché las cartas y acerté con lo del castillo. O cuando me llamaste para contarme que habías aprobado tu examen, después de aquellas largas y pesadas caminatas, jejeje. Mi querida y pequeña amiga.

Lástima que me enfadara contigo. Así soy yo, me conociste en lo peor y en lo mejor. Supongo que debe ser justo. Por tí escribí, dibujé, me metí por vez primera en esta red que tanto he frecuentado desde entonces. Mi primera web la hice por tí. Y colgué tu foto para poder verme en tus ojos, desde cualquier parte. En el mar de los recuerdos, estás siempre presente en mi memoria, has pasado con creces la prueba del tiempo.

Tienen un dicho en Irlanda, cuando recuerdan los días, entre ácidos y dulces, del pasado: "Conocimos los días". Sí, conocimos los días, los dulces días de la amistad.