Cuaderno de Bitacora - Notas y Actualizaciones al Portal de la Bruja

Thursday, July 31, 2008


PLANETA TERROR

Las últimas detenciones de etarras han vuelto a poner sutilmente de manifiesto un matiz no por acostumbrado menos curioso: la revolución es mejor si es sencilla. Los miembros del comando Vizcaya portaban un simpático arsenal de sedantes inyectables, más propio del entrañable Doctor Frankenstein que nos regalaba Peter Cushing en las películas de terror de la Hammer, o de las que se sacaba de las ligas la doctora Dakota de la tarantiniana "Grindhouse" que de las revoluciones de verdad en las que se foguearon a sangre y fuego tantos y tantos a lo largo de África y Oriente Medio. Lo llevaban para intentar secuestrar y asesinar a un concejal del PSOE. Pero no llegaron a hacerlo. Porque "llevaba escolta". Es decir: no había reparo alguno en pillar a un insignificante concejal de pueblo; darle un golpe en la sien; ponerle una bolsa de plástico en la cabeza; atarle de pies y manos; ponerle una inyección, o dos, o las que fuera menester (corriendo el riesgo de matarle antes de tiempo, antes de que hablen de ti en la tele: una cosa es seguir a un tipo en una aldea para saber cómo se mueve y otra estar seguro de que no le metes algo a lo que sea alérgico y te lo cargues); tenerle dos días en un sótano infecto, posiblemente sin darle ni de comer; sacarlo del agujero a los dos días; darle otro golpe en la sien; volver a meterle otra inyección; volver a meterlo en el maletero del coche; llevarlo hasta un bosque; sacarlo del maletero; ponerle otra inyección; atarlo a un árbol; quitarle la bolsa; y extender sus sesos por el contorno, volándole la cabeza. Pero eso sí: si lleva escolta, la cosa se complica, porque entonces alguien abertzale puede salir malparado. Es una pena que, verbigracia, Ernesto Guevara no cayera en la cuenta de estas cosas cuando se decidió a ir a Bolivia. Se habría quedado escondido en su casa, matando de vez en cuando a alguien insignificante al que le llevaran atado de pies y manos y narcotizado, mejor si era un niño o una mujer, en vez de haber cogido su fusil, y posiblemente habría muerto de viejo. Aunque hay un problema: de haber hecho eso, hoy nadie le recordaria, ni a su causa. Como nadie, ni sus propios jefes (a los que posiblemente habrán aupado a los futuros Ministerios de una Euskadi independiente, en España todo es posible, recuerden) se acordará de los miembros de los comandos cuando envejezcan. Se darán cabezazos contra los cristales en los juicios, o se los pasarán contando chistes de fútbol y riéndose como imbéciles mientras las viudas y los huérfanos testifican, todo menos dar la imagen de que estás dispuesto a luchar y a dar tu vida por una causa seria. Aguantarán unos años a la sombra escribiendo cartas y quejándose, haciendo gimnasia y tratando de que les aprueben una diplomatura para redimir pena. Se enrabietarán al salir porque les quieren quitar su pisito de solteros para pagar las responsabilidades civiles. Posiblemente conseguirán no pagarlas. Y con sus ahorros pondrán una tiendecita y pulirán cristales o pintarán al gotelé, hasta que se jubilen. Quizás los más espabilados consigan que el Estado, para sacárselos de encima, les coloque en algún rincón del extrarradio de alguna ciudad francesa o caribeña poco conocida. Serán para todos, y especialmente para sí mismos, apenas una pesadilla, apenas unas figuras de hombres del saco, de trasgos de películas "gore" que te vienen a la mente al despertar. Sombras inútiles ya, insignificantes, desagradables y molestas, desgraciadamente supervivientes de un mal sueño.