A Emmett Young, detective de homicidios de la policía de Philadelphia, le diagnostican un cáncer que acabará con él en pocas semanas. Temeroso del final doloroso que le espera, y tras conocer en un bar a un hombre que le ofrece actuar como intermediario en una salida aparentemente más digna, la de morir de un sólo golpe, Emmett Young contrata los servicios de un asesino profesional para que acabe con él pasada una semana, plazo en el que piensa que podrá concluir su investigación sobre un asesino en serie que está a punto de atrapar.
Sin dejar de ser un thriller interesante y que te engancha desde la primera escena, la película de 2003 del director Keith Snyder resulta mucho más que eso. Emmett Young es un detective mediocre, volcado en su caso como salida a una vida personal desastrosa (ha roto con su novia y se dedica sólo al trabajo). El intermediario (genial Gabriel Byrne) que se presenta como un ex-agente del FBI es en realidad un abogaducho fracasado, ex-convicto que va sobreviviendo de pequeña estafa en pequeña estafa. El supuesto asesino a sueldo profesional es un patético vigilante de seguridad, expulsado de la policía por haber pegado una paliza a un compañero. Es este hombre, maravillosamente interpretado por Tim Roth, el que marca la pauta de toda la película, cuando le vemos en su apartamento apenas sin muebles, lleno de trastos viejos y basura por todas partes; o tratando de imitar los ademanes de Young, intentando parecer un policía de verdad, algo que nunca ha sido. "Si hubieses nacido para hacer algo importante ¿no crees que a estas alturas no lo habrías logrado ya?"
Película sobre la soledad, sobre hombres que vuelven a su casa sólos en la noche; película sobre el fracaso asumido con terror y súbitamente por este Emmett Young, que le dirá llorando a su médico "Doctor, yo no he logrado nada importante en mi vida" cuando este le pregunte si tiene amigos o alguien en quién confiar para enfrentarse mejor al cáncer; y de manera mucho más estoica y serena por el patético personaje interpretado por Roth, consciente en todo momento, a pesar de los vestigios de su pasada formación policial, de su ridícula mediocridad.
Película sobre el balance vital de la madurez, cuando este resulta dolorososamente negativo. Retrato de tres personajes huecos, de tres pobres desgraciados cuyos destinos se entrecruzan por una dolorosa (y encima, equivocada) casualidad. Al final será el personaje interpretado por Roth el único que sobresalga del conjunto y se redima, por anteponer a su propia vida el único sentimiento realmente valioso de su precaria existencia, el amor a algo superior a sí mismo, a lo que le hubiera gustado dedicarse, la profesión de policía.