Cuaderno de Bitacora - Notas y Actualizaciones al Portal de la Bruja

Saturday, January 26, 2008

TREINTA Y NUEVE ESCALONES

Ya casi es febrero...

I watch you grow away from me in photographs
And memories like spies
And salt betrays my eyes again
I started losing sleep and gaining weight
And wishing I was was ten again
So I could be your friend again

These days we go to waste like wine
That's turned to turpentine
It's six AM and I'm all messed up
I didn't maen to waste your time
So I'll fall back in line
But I'm warning you we're growing up

I heard you found some pretty words to say
You found your little game to play
And there's no one allowed in
Then just when we believe we could be great
Reality it permeates
And conquers from within again



LAS CARTAS QUE ESCRIBÍAN LOS HOMBRES QUE LUCHARON


En una escena de "Master and Commader", se ve al protagonista escribir una carta con una pequeña fotografía de una mujer, de la que no se vuelve a hablar en toda la película, sobre su mesa. ¿Una pincelada irreal de romanticismo? Tal vez, al tratarse de una obra de ficción. O tal vez un reflejo real del consuelo que buscaban los soldados en medio de la guerra, lejos de su hogar.

El amanecer del 10 de junio de 1940, Rommel escribe a su esposa, desde la posición más avanzada del Frente del Oeste:

"Mi muy querida Lu: dos días espléndidos de persecución, primero hacia el sur y luego al suroeste. Un nuevo triunfo. Y ayer: setenta y dos kilómetros"

Rommel escribió a su esposa casi todos los días, desde el inicio de su carrera en la invasión de Francia en 1940, siguiendo luego durante toda la reconquista de la región de Cirenaica en el norte de África, y hasta su regreso al continente y su papel en la defensa de Normandía frente a las potencias aliadas. Encabezaba todas sus cartas dirigiéndose a ella con la frase "Mi muy querida Lu", y es frecuente leer en ellas a continuación "ayer no pude escribirte", cuando las cartas no se sucedían diariamente. En sus cartas el brillante estratega alemám refleja los años de carreras y victorias, cuando sus tanques asombraron al mundo luchando en el desierto; y sus años de retirada y derrota. "Cuanto siento haberte escrito últimamente cartas tan mezquinas" le dirá, en los prolegómenos de su gran derrota en El Alamein: "Lo lamento, olvidé que pase lo que pase hay que seguir teniendo fe en un milagro".

Otras cartas realmente estremecedoras son las que escribieron a sus familias algunos pilotos Kamikaze japoneses. Ésta es la última carta que escribió a su hija Motoko el teniente de aviación Motohisa Uemura, de 25 años de edad, muerto en la campaña de Filipinas, el 26 de octubre de 1944: "Motoko: llevo en mi avión la muñeca que tanto te gustaba cuando eras un bebé. De esta forma estarás conmigo hasta el último momento. Sólo quería que lo supieras. Papá." Meses más tarde, en la primavera de 1945, el Alférez Shigeru Nakata, de 21 años, escribe este poema: "¿Qué le puedo decir a mi anciana madre / que me espera en el pueblo donde nací / sin saber que su hijo está a punto de morir?"

Casi siglo y medio antes, al atardecer de la batalla de Waterloo, está fechada una carta muy breve, en la que un capitán británico escribe a su esposa estas palabras: "Amor de mi vida: todos mis magníficos soldados han sido aniquilados..."