Cuaderno de Bitacora - Notas y Actualizaciones al Portal de la Bruja

Friday, February 16, 2018

LAS ANÉCDOTAS DEL SEÑOR DRUMMOND


Narrado por Carlos Marx en el capítulo XXVI de El Capital

"Entre paréntesis. El señor capitalista, al igual que su prensa, suele estar descontento con la manera en que la fuerza de trabajo gasta su dinero y con las mercancías en que la misma realiza dicho dinero. Con tal motivo filosofa, cultiparlotea y exuda filantropía por todos los poros, como hace por ejemplo el señor Drummond, secretario de la embajada inglesa en Washington. "The Nation" (un periódico), nos informa Drummond, publicó en octubre de 1879 un interesante artículo en el que se dice, entre otras cosas: "Los obreros no se mantuvieron, en el plano de la cultura, a la par del progreso que se registra en las invenciones, tienen ahora al alcance de la mano multitud de objetos que no saben usar, y para los que no configuran, por lo tanto, mercado alguno". No hay capitalista, naturalmente, que no desee que los obreros compren sus mercancías. "No hay motivo alguno de que el obrero no desee las mismas comodidades que el clérigo, el abogado y el médico que ganan lo mismo que él" (¡los abogados, clérigos y médicos de este tipo, por cierto, no podrán permitirse más que el deseo de muchas comodidades!) "Pero no las desea. El problema estriba siempre en cómo elevarlo, mediante un método racional y saludable, en su condición de consumidor; no es un problema fácil de resolver, ya que toda su ambición no va más allá de la reducción de sus horas de trabajo, y el demagogo lo incita a tratar de reducirlas, mucho más que a elevar su situación mediante el mejoramiento de sus aptitudes intelectuales y morales."

Un prolongado horario de trabajo parece ser el secreto del método racional y saludable que habrá de elevar la situación del obrero, mediante el mejoramiento de su aptitud intelectual y moral, y que lo convertirá en consumidor racional. Para convertirse en consumidor racional de la mercancía que le ofrecen los capitalistas debe empezar ante todo ¡pero el demagogo se lo impide! por dejar que su propia fuerza de trabajo sea consumida de manera irracional e insalubre por su propio capitalista. Lo que el capitalista entiende por consumo racional se advierte a las claras allí donde es tan condescendiente que practica directamente el comercio de los artículos que consumen sus obreros: en el truck system, uno de cuyos ramos, entre muchos, es el de proporcionar vivienda a los trabajadores, de tal modo que el capitalista de éstos es al mismo tiempo el propietario de las casas que alquilan.

Este mismo Drummond, cuya alma delicada se extasía con los intentos capitalistas de elevar a la clase obrera, nos cuenta en ese informe, entre otras cosas, de las fábricas algodoneras modelo de Lowell & Lawrence Mills. Las casas donde comen y se alojan las muchachas obreras pertenecen a la sociedad por acciones propietaria de la fábrica; las regentas de esas casas se hallan al servicio de la misma compañía, que les fija sus reglamentaciones; ninguna muchacha puede volver a casa después de las 10 de la noche. Y he aquí la perla: la policía privada de la empresa patrulla la zona para impedir las infracciones a esa disposición domiciliaria. Después de las 10 de la noche ninguna muchacha puede salir ni entrar. Ninguna de las muchachas puede alojarse fuera del terreno perteneciente a la sociedad, a la que cada casa rinde aproximadamente 10 dólares de alquiler por semana, y ahora veamos en toda su gloria al consumidor racional: "Como el omnipresente piano, sin embargo, se encuentra en muchos de los mejores albergues para obreras, la música, el canto y la danza desempeñan un importante papel, por lo menos para aquellas que después de diez horas de trabajo incesante ante el telar necesitan, más que un descanso real, variación luego de la monotonía". Pero sólo ahora se revela el secreto fundamental de cómo hacer del obrero un consumidor racional. El señor Drummond visita la fábrica de cuchillos de Turners Falls (en el río Connecticut), y el señor Oakman, tesorero de la sociedad anónima, después de asegurarle que la cuchillería de mesa norteamericana es superior en calidad a la inglesa, prosigue: "También en los precios batiremos a Inglaterra; ya ahora le llevamos la delantera en lo que respecta a la calidad, como es sabido, pero tenemos que vender a precios más bajos, ¡y lo haremos cuando consigamos más barato nuestro acero y rebajemos el precio de nuestro trabajo!" Reducción del salario y prolongación de la jornada laboral: ése es el meollo del método racional y saludable que elevará al obrero a la dignidad de consumidor racional, para que así configure un mercado capaz de absorber la multitud de objetos que la cultura y el progreso que se registra en las invenciones le han puesto al alcance de la mano."