LAS ANÉCDOTAS DEL SEÑOR DRUMMOND
Narrado por Carlos Marx en el capítulo XXVI de El Capital
"Entre paréntesis. El señor
capitalista, al igual que su prensa, suele estar descontento con la manera en
que la fuerza de trabajo gasta su dinero y con las mercancías en que la misma
realiza dicho dinero. Con tal motivo filosofa, cultiparlotea y exuda filantropía
por todos los poros, como hace por ejemplo el señor Drummond, secretario de la
embajada inglesa en Washington. "The Nation" (un periódico), nos
informa Drummond, publicó en octubre de 1879 un interesante artículo en el que
se dice, entre otras cosas: "Los obreros no se mantuvieron, en el plano de
la cultura, a la par del progreso que se registra en las invenciones, tienen
ahora al alcance de la mano multitud de objetos que no saben usar, y para los
que no configuran, por lo tanto, mercado alguno". No hay capitalista,
naturalmente, que no desee que los obreros compren sus mercancías. "No hay
motivo alguno de que el obrero no desee las mismas comodidades que el clérigo,
el abogado y el médico que ganan lo mismo que él" (¡los abogados, clérigos
y médicos de este tipo, por cierto, no podrán permitirse más que el deseo de
muchas comodidades!) "Pero no las desea. El problema estriba siempre en
cómo elevarlo, mediante un método racional y saludable, en su condición de
consumidor; no es un problema fácil de resolver, ya que toda su ambición no va
más allá de la reducción de sus horas de trabajo, y el demagogo lo incita a
tratar de reducirlas, mucho más que a elevar su situación mediante el
mejoramiento de sus aptitudes intelectuales y morales."
Un prolongado horario de trabajo
parece ser el secreto del método racional y saludable que habrá de elevar la
situación del obrero, mediante el mejoramiento de su aptitud intelectual y
moral, y que lo convertirá en consumidor racional. Para convertirse en consumidor
racional de la mercancía que le ofrecen los capitalistas debe empezar ante todo
¡pero el demagogo se lo impide! por dejar que su propia fuerza de trabajo sea
consumida de manera irracional e insalubre por su propio capitalista. Lo que el
capitalista entiende por consumo racional se advierte a las claras allí donde
es tan condescendiente que practica directamente el comercio de los artículos
que consumen sus obreros: en el truck system, uno de cuyos ramos, entre muchos,
es el de proporcionar vivienda a los trabajadores, de tal modo que el
capitalista de éstos es al mismo tiempo el propietario de las casas que
alquilan.
Este mismo Drummond, cuya alma
delicada se extasía con los intentos capitalistas de elevar a la clase obrera,
nos cuenta en ese informe, entre otras cosas, de las fábricas algodoneras
modelo de Lowell & Lawrence Mills. Las casas donde comen y se alojan las
muchachas obreras pertenecen a la sociedad por acciones propietaria de la
fábrica; las regentas de esas casas se hallan al servicio de la misma compañía,
que les fija sus reglamentaciones; ninguna muchacha puede volver a casa después
de las 10 de la noche. Y he aquí la perla: la policía privada de la empresa
patrulla la zona para impedir las infracciones a esa disposición domiciliaria.
Después de las 10 de la noche ninguna muchacha puede salir ni entrar. Ninguna
de las muchachas puede alojarse fuera del terreno perteneciente a la sociedad,
a la que cada casa rinde aproximadamente 10 dólares de alquiler por semana, y
ahora veamos en toda su gloria al consumidor racional: "Como el
omnipresente piano, sin embargo, se encuentra en muchos de los mejores
albergues para obreras, la música, el canto y la danza desempeñan un importante
papel, por lo menos para aquellas que después de diez horas de trabajo
incesante ante el telar necesitan, más que un descanso real, variación luego de
la monotonía". Pero sólo ahora se revela el secreto fundamental de cómo
hacer del obrero un consumidor racional. El señor Drummond visita la fábrica de
cuchillos de Turners Falls (en el río Connecticut), y el señor Oakman, tesorero
de la sociedad anónima, después de asegurarle que la cuchillería de mesa
norteamericana es superior en calidad a la inglesa, prosigue: "También en
los precios batiremos a Inglaterra; ya ahora le llevamos la delantera en lo que
respecta a la calidad, como es sabido, pero tenemos que vender a precios más
bajos, ¡y lo haremos cuando consigamos más barato nuestro acero y rebajemos el
precio de nuestro trabajo!" Reducción del salario y prolongación de la
jornada laboral: ése es el meollo del método racional y saludable que elevará
al obrero a la dignidad de consumidor racional, para que así configure un
mercado capaz de absorber la multitud de objetos que la cultura y el progreso
que se registra en las invenciones le han puesto al alcance de la mano."