Cuaderno de Bitacora - Notas y Actualizaciones al Portal de la Bruja

Wednesday, January 09, 2008


STRANGE EYES

Rara vez tiene uno el placer de encontrarse con una de esas heroínas que pueblan los cuentos de la literatura cyberpunk, con sus vaqueros gastados, sus cazadoras de cuero negras, sus gafas de cristales ahumados, y sus mentes llenas de sueños, recogidos aquí y allá en las calles vacías agitadas por el viento en las noches sin luna, entre coches abandonados y callejones sin salida. Y sin embargo, a pesar de que la consecuencia lógica podría ser pensar que no existen, de vez en cuando tenemos el inmenso placer de encontrarnos con una de ellas.

Katrhyn Bigelow es una de esas extrañas y magníficas lobas solitarias. Ex de James Cameron, mucho más leal y duradera amante del cine, heredera de esa raza de directores capaces de lo mejor y de lo peor detrás de la cámara, como le ocurría a John Huston. Así, pocos recordarán algunos rutinarios thrillers cuasitelevisivos como Acero Azul o el cortometraje publicitario Mission Zero con Uma Thurman rememorando su papel en Kill Bill y de paso vendiéndobos las excelencias de los neumáticos Pirelli.

Y sin embargo, al lado de eso, Bigelow nos ha dejado al menos cuatro películas tan inclasificables como casi inexplicablemente hermosas: una "road movie y western de vampiros" -Los viajeros de la noche, 1987; el ciberthriller apocalíptico Días extraños (1995); la inclasificable El peso del agua (2001); y la narración tan épica como trágica de una historia real que tuvo lugar a finales de 1964: el viaje a los infiernos del capitán y de un puñado de marineros de un submarino nuclear soviético, obligados a repararlo exponiéndose a la radiación atómica, para salvar a sus compañeros de tripulación (K-19, the Widowmaker, 2002).

Guillermo Cabrera Infante la definió como "la pintora de películas que sangran en la pantalla" y la crítica Pauline Kael la tildó de "autora enamorada de las posibilidades de la imagen". En K-19 logra de Harrison Ford una de sus menos conocidas y a la vez posiblemente la más brillante de sus interpretaciones, en el papel protagonista del capitán del submarino. Apasionada de la obra de Sam Peckinpah, Samuel Fuller y Anthony Mann, amante del cine de Serie B de los años 50, pintora y escritora, en los guiones de Bigelow encontramos tragedias protagonizadas por un puñado de rebeldes nietzscheanos, en películas que desprenden una misteriosa e inesperada aura que algunos críticos han calficado de inequívocamente anarquista.

"Mi gran meta es poder siempre subvertir los géneros, crear lo impredecible, sorprender y fascinar al espectador. Por conseguirlo, caminaría descalza sobre fuego".