Cuaderno de Bitacora - Notas y Actualizaciones al Portal de la Bruja

Wednesday, April 16, 2008


CHARLTON HESTON

Ha muerto Charlton Heston. De ser el rey de las películas épicas, como John Wayne lo fue del Western, pasó a convertirse en fígura mitológica, una de las figuras mitológicas que ha producido la civilización norteamericana, muchas de ellas nacidas del cine. Y cultivó conscientemente esa faceta, que a Wayne le vino casi como algo inesperado. A pesar de haberse convertido en espantajo y figura despreciada debido a su paso por la NRA, es una figura que siempre me ha fascinado. Quizás por la deuda que tenemos con Heston los aficionados al cine de ciencia ficción; o tal vez por encarnar, mejor incluso que John Wayne, esa parte rebelde, noble y salvaje del alma norteamericana, heredera del espíritu de los Padres de la Constitución, y en el fondo, del alma anglosajona, celosa defensora de sus derechos políticos desde los tiempos de la Carta Magna; la misma que con una mano empuña un rifle pero sin quedarse ahí, sino que al mismo tiempo y con la otra defiende la libertad de pensamiento en cualquier circunstancia, siempre desconfiando del poder establecido, lo cual a lo largo de la Historia y del Mundo suele ser muy aconsejable. En cualquier caso, hoy igual que ayer, en este tiempo en que las plantas siguen muriendo, los oceános se siguen secando, y a los seres humanos se les sigue tratando como a un rebaño de ganado, nosotros nos quedaremos con el Heston que defendió los Derechos Civiles de los negros en los primeros años 60, junto a Marlon Brando y Martin Luther King (siempre me he preguntado si el beso entre Heston y la bellísima actriz de color Rosalind Cash en "El Último Hombre Vivo" se hubiese rodado de haberse realizado la película en los años 90 y no en 1971, o de haber sido otro el protagonista); el Heston que hizo posible, por su apuesta personal, que se rodasen "Sed de Mal", El Señor de la Guerra", "El Planeta de los Simios", "El Último Hombre Vivo", o "Cuando el Destino nos alcance"; que dio a su amigo Edward G. Robinson, la oportunidad de interpretar, magistralmente, sus últimos grandes papeles; y que, en definitiva, prestó su figura nada menos que al Cid Campeador, cabalgando con la bandera de España y los halcones de Félix Rodríguez de la Fuente por los campos de Madrid. O con la caricatura de sí mismo difundida por los humoristas, el perfecto arquetipo, también muy norteamericano desde los tiempos de Mark Twain, del pistolero cínico, socarrón y elegante. ¿Por qué no? Supongo que habrá dejado este mundo del mismo modo en que Taylord, el astronauta de "El Planeta de los Simios", afirmaba dejar atrás el siglo XX: sin ningún pesar, y preguntándose hasta cuándo el ser humano, "esa gloriosa paradoja que me ha enviado al espacio, seguirá haciendo la guerra contra sus hermanos, dejando morir de hambre a los hijos de sus vecinos".

Hasta pronto, Mr. Heston, y muchas gracias por todo. Ojalá tengamos el coraje de seguir haciendo ondear las banderas del descontento.

"I love this country with all my heart. To me, political correctness is just tyranny with manners. The spectacle of Wayne LaPierre's media crucifixion appalled me. Yet at the same time it stiffened my determination to speak out even louder, with all the breath I have, about this cultural cancer that is eating away at our society. So in closing, let me challenge those good young minds of yours. Dare to consider both sides of any issue. And find the courage to question authority.Don't always believe everything you hear from a Bill Clinton, or a Dan Rather, a George W. Bush or an Al Gore. Dig deeper than the headlines or the stump speeches or the television news. Don't trust any of us – not a Michael Jordan, or a Dennis Miller, not even Charlton Heston. Because we all have our prejudices, and it's your job to sort through all the rhetoric, weigh and measure each word, and decide on your own. Because unless you do these things, freedom as we have known it cannot endure. So I challenge you to take up the torch that freed exiles, founded religions, defeated tyrants and provoked an armed and roused rabble to break out of bondage and build this country. There is still some of them in all of us. So don't give up just yet. We're not quite finished with their revolution.

Thank you."

Monday, April 14, 2008



NYPD y la ETA


El sábado por la tarde decidí ir al cine, y estuve dudando entre "Todos estamos invitados", una reflexión sobre el clima de opresión creado en el País Vasco por la mafia radical abertxale, o bien "WE OWN THE NIGHT"("La noche es nuestra") una película policíaca ambientada en la ciudad de Nueva York en los años 80. Al final me decidí por esta última, y lo cierto es que puede decirse que maté dos pájaros de un tiro, ya que me encontré con una película que retrata maravillosamente la situación moral que provoca un conflicto similar al que sufrimos en Euskadi.

En este caso se trata de dos bandos enfrentados: de un lado, la policía de Nueva York, entendida como un verdadero clan, que la película nos presenta como un mundo cerrado, entre tranquilizador y opresivo, a la defensiva, un mundo que se siente acosado y reacciona desarrollando lazos familiares y de lealtad que se van sucediendo de padres a hijos. Robert Duvall es el padre, Mark Walhberg es el hijo predilecto, seguidor de la brillante carrera del padre. Joaquín Phoenix por el contrario es el hijo descarriado, que ha preferido apartarse de la profesión policial y cuya vida de hecho es más cercana a la de los narcotraficantes con los que se relaciona como gerente de una macrodiscoteca neoyorquina, que a la de su familia, de la que de hecho nadie sabe nada en los ambientes que frecuenta. De otro lado, una mafia rusa importadora de heroína. El detonante será un atentado, como aquellos con los que nos desayunamos cada dos por tres aquí. Un matón ruso, un energúmeno repelente muy similar a los psicópatas de los comandos etarras de las últimas hornadas, ataviado con una caperuza blanca pero al conoceremos más tarde, le dispara en la cara al personaje de Walhberg, hiriéndole de gravedad.

La película retrata a partir de ese momento de manera magistral cómo opera el mecanismo terrorista, corrompiendo el corazón de la cerrada sociedad policial. Es el miedo, anclado en el subconsciente del personaje de Walhberg, que queda incapacitado para el servicio y debe retirarse a las oficinas; el resentimiento en los jefes de su departamento, que llegan a meditar la organización del asesinato de los jefes de la familia rusa en una operación de guerra sucia, de la que los disuade el padre, interpretado por Robert Duvall: "Si en este negocio te meas encima, el calorcito te dura poco rato".

Finalmente será el otro hijo, interpretado por Joaquín Phoenix, el que decida, hastiado por el encuentro con el matón y sus jefes, que le proponen entrar en el negocio, y amparándose en sus relaciones con ellos, que no conocen de su relación con la policía, actuar como "soplón". Descubierto, se convertirá en testigo protegido, abandonará su negocio, su vida, su familia, y al final, completamente solo, se convertirá en policía. Sin embargo, la película no nos cuenta de modo alguno su transformación como algo meritorio, como un "volver al buen camino". Aquí el Hijo Pródigo no es tal: el atentado del principio de la película lo transforma en algo similar a lo que se enfrenta, hasta llegar al final de la película a ser un policía que busca, sencilla y llanamente, la venganza por los daños recibidos. "Ahora soy un policía: puedo hacerte lo que quiera". O como le sugiere su hermano cuando le consigue una pistola antes de que le sea concedida la oficial por el Departamento: "Más vale que te juzguen doce hombres a que te acribillen seis", en refererencia a los doce miembros de un jurado y a los seis cartuchos de un revólver.

Maravilloso retrato de la corrupción moral engendrada por el terrorismo, aunque bajo la figura de mafia de narcotraficantes. Que en el fondo es lo mismo, ya que todos aquellos que hayan pretendido encontrar en el País Vasco alguna historia similar a "Por quién doblan las campanas", si son sinceros, pronto caerán en la cuenta de que nuestra única historia posible es, por contra, similar a "El Padrino".