Cuaderno de Bitacora - Notas y Actualizaciones al Portal de la Bruja

Friday, June 08, 2012

 

ENTRE LAS ESTRELLAS, AL FIN

Ray Bradbury ha muerto en su casa de Los Angeles a los 91 años de edad, tras una larga enfermedad.


Aquellos que no estén familiarizados con la literatura de ciencia ficción, posiblemente sólo tengan alguna vaga referencia del autor, tal vez por el recuerdo de sus colaboraciones en series de televisión, o por su actividad como guionista, por ejemplo, de películas como “Rey de Reyes” (la película sobre la vida de Jesús dirigida por Nicholas Ray) o el “Moby Dick” de John Huston protagonizado por Gregory Peck. Por el contrario, para todos los que hemos ido aprendiendo con el tiempo a amar el género, hoy es el día en que perdemos a uno de los más grandes. A los nueve años, contaba Bradbury, y ante las burlas de los niños mayores del colegio, una noche decidió tirar a la basura todos sus viejos tebeos. Pero no pudo dormir en toda la noche, perseguido por la sensación de que tomaba un camino equivocado. Así que a la mañana siguiente, al amanecer, antes de que pasase el camión de la basura, bajó a la calle, rebuscó en el cubo, y los recuperó. Los volví a guardar en el viejo sótano de casa, -relata- y me prometí a mí mismo que nunca más intentaría dejar de ser niño.

En los primeros años de la Edad Dorada de la Ciencia Ficcion, pocas editoriales serias publicaban novelas del género: la única manera de destacar era escribiendo cuentos cortos para las revistas. Así, nació una generación de brillantes escritores de cuentos: Bradbury, Asimov, Clarke, Heinlein… Mientras Clarke, ingeniero, destaca por su dominio de las ciencias implicadas en la carrera espacial y por su consiguiente capacidad para anticipar los detalles técnicos de cómo podría transcurrir, Bradbury, sin formación científica (nunca fue a la universidad y su cultura literaria era autodidacta) destaca por la belleza, por la poesía, por la humanidad de sus textos. De hecho, y a pesar de no estar considerado formalmente como un escritor de ciencia ficción en sentido estricto, sus cuentos fueron los que en buena medida la dieron a conocer entre el gran público. Nunca tuvo automóvil y John Huston contaba en sus memorias el cómico episodio de un Bradbury muerto de miedo, aferrado con ambas manos al salpicadero, sentado como copiloto en el automóvil de Huston, viajando los dos por las carreteras de Hollywood… a setenta por hora. No utilizaba Internet y defendía que los libros electrónicos eran un triste sucedáneo de los libros de papel, pero al mismo tiempo y durante los años del proyecto Apolo, que siguió como periodista, defendía que la carrera espacial llevaría al ser humano a alcanzar una nueva cota de civilización y de humanidad. Escribe por aquel entonces uno de sus más apreciados poemas: “Cristo Apolo”. Ese Cristo al que el Padre Peregrine, en “Las crónicas marcianas” trataba de buscar desesperadamente en las estrellas.

Se nos va uno de los grandes, uno de los más queridos. Y deja mucho y muchos recuerdos tras de sí. El profesor Faber pasando lentamente las hojas de un viejo libro cerca de su nariz, porque el papel de las hojas de un libro guarda el perfume de muchos recuerdos. Una madre y su hijo en un último e inesperado apagón eléctrico en una ciudad del futuro, descubriendo asombrados el silencio, y el resplandor de la llama de una vela. Guy Montag, el policía-bombero de “Fahrenheit 451”, paseando al atardecer por los arrabales de una ciudad desconocida en un futuro incierto, junto a una muchacha de 17 años, pálida y algo asustada, Clarisse Mclellan, que se atreve a preguntarle si los policías pueden ser felices, sin saber que Montag guarda en secreto los libros que le ordenan quemar. O como el capitán Wilder, el protagonista de “Las crónicas marcianas” y su tripulación, enterrando en otro atardecer, esta vez en la soledad del desierto, al viejo Hathaway, y dejando atrás a su viuda y a sus hijas, robots construidos por Hathaway para ser felices y vivir eternamente en la soledad de los valles de Marte.

Será sobre todo en este libro, colección de cuentos sobre la historia inventada de la colonización de un Marte imaginario (en realidad, una recreación de la conquista del Oeste americano por los primeros colonos) en el que Bradbury dejará lo mejor y más genuino de su estilo. En los años 80, la televisión norteamericana realizará una versión en miniserie de cuatro horas, con Rock Hudson interpretando el papel de Wilder. En el penúltimo episodio de la novela y escena de la serie, Wilder encuentra por fin, y sólo durante unos minutos, aquello que ha estado buscando toda su vida: