Sunday, April 25, 2010
La película de 2007 Breach (El espía) dirigida por Billy Ray e inspirada en el personaje real de Robert Hanssen, alto funcionario del FBI, especialista en espionaje informático y en análisis de política interior soviética, miembro del Opus Dei y aficionado a los videos pornográficos caseros, que fue detenido y encarcelado al descubrirse que en realidad había estado trabajando para el KGB durante años como un agente doble, supone una nueva mirada al subgénero de relatos de espionaje característico de las novelas, especialmente, de John Le Carré. La historia de Breach es una historia sórdida, el retrato de un hombre desconfiado, envidioso, petulante y engreído, amargado por no poseer la suficiente capacidad como para brillar y ascender entre sus compañeros, que le reconocen como más inteligente que ellos pero a la vez como un bicho raro, malhumorado y extravagante. Un tipo al que su perseguidor, Eric O'Neill, un agente recién llegado al cuerpo al que se le coloca como secretario de Hanssen con la misión de espiarle y delatarle a la menor ocasión, llega a admirar. En cualquier caso la película deja muy claro que la suciedad del traidor no es menor que la del también traidor encargado de ganarse su confianza hasta darle caza. Poco a poco mientras la relación entre ambos se hace más íntima, Eric va desubriendo y la película nos descubre también a nosotros al Hanssen dubitativo, apesadumbrado, avergonzado incluso ante sus inclinaciones. En cualquier caso el final, especialmente para el cazador, no es agradable. Cae el traidor, sí, pero el "héroe" que le ha traicionado a su vez, ante la espectativa de un fulgurante ascenso por su gran éxito, abandonará el cuerpo. ¿Qué mejor momento para dejarlo? dirá un amargado O'Neill.
Todo esto, si no estuviera referido a una historia de espías en el FBI... ¿no nos resultaría familiar? Atesoro como uno de los más turbadores recuerdos de mi adolescencia la sintonía final de la serie de TV que protagonizó el soberbio Alec Guinnes en los años 80 sobre la novela de John Le Carré Tinker, Tailor, Soldier, Spy: llamada en España El Topo. Al final de cada capítulo acababámos de asistir a una vuelta de tuerca más en el descubrimiento del engaño, de la simulación, de la bajeza de una vida mezquina y ruín, la de las pequeñas y grandes traiciones que se esconden entre los archivos de las oficinas de un servicio de espionaje conocido en la novela como "el circo" pero que podría ser cualquiera de las empresas, oficinas, registros, colegios, departamentos universitarios, en los que nos movemos la mayoría de nosotros. Se levantaba una nueva mañana luminosa, el sol se reflejaba en la torre de una iglesia, y mientras los títulos de crédito iban pasando y se iban agotando, sonaba de fondo una hermosa y suave voz femenina que recitaba en inglés lo que años después descubrí que era el Gloria. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu, como era en el Principio y es Ahora y por Siempre será, por los Siglos de los Siglos. Sí, ese George Smiley desengañado, envejecido, solitario y separado del único verdadero amor de su vida, Anne, tan alta, hermosa, impresionante como siempre, y en esencia, la mujer de otro hombre, como nos dirá Le Carré, no es, no podría ser, solamente un espía británico retirado al que su gobierno requiere sus servicios para desenmascarar a un posible doble agente. Smiley es, o puede ser, como muy bien supo dibujarlo Le Carré, todos y cada uno de nosotros.