Cuaderno de Bitacora - Notas y Actualizaciones al Portal de la Bruja

Sunday, April 25, 2010


LA ÚLTIMA REINA DE NUEVA ORLEÁNS

Y eso es decir mucho, es como decir la última de las reinas del blues, o la última de las reinas de la tristeza, o la última de las reinas de las lágrimas que fluyen como la lluvia caliente en las tardes solitarias. Mary Gauthier, niña huérfana dada en adopción por una madre a la que nunca llegó a conocer, católica, profundamente religiosa, profundamente perturbada por su lesbianismo no aceptado hasta bien entrada en la edad madura, alcohólica, drogadicta, corazón roto, alma rota, fugada de casa en el coche robado a sus padres adoptivos a los 15, en la cárcel a los 18, graduada más tarde en Filosofía en la Universidad Estatal de Louisiana, dueña de un restaurante cajun en Boston, terminando de escribir su primer poema a los 35 años...

Mary Gauthier canta a los vagabundos que sobrevivían moviéndose como polizones del ferrocarril durante los años de la Gran Depresión y que tal vez llegaban a descubrir en su andar errante y sin esperanza el atisbo de la verdadera libertad. Mary Gauthier canta sobre la línea estrecha que separa la luz del día de la oscuridad. Hay poco en realidad que podamos hacer: sólo levantarnos, y caminar con dignidad nuestro camino sobre la tierra. Y canta sobre Louisiana, y sobre Nueva Orleáns, y sobre amores perdidos, y sobre Dublín, y sobre la Gracia. Mary Gauthier canta en susurros quebrados y tiernos, pícaros y sabios. Y algo cálido y familiar sonríe y llora en lo más profundo del corazón.



OFICINISTAS, FUNCIONARIOS, BURÓCRATAS, FANTASMAS

La película de 2007 Breach (El espía) dirigida por Billy Ray e inspirada en el personaje real de Robert Hanssen, alto funcionario del FBI, especialista en espionaje informático y en análisis de política interior soviética, miembro del Opus Dei y aficionado a los videos pornográficos caseros, que fue detenido y encarcelado al descubrirse que en realidad había estado trabajando para el KGB durante años como un agente doble, supone una nueva mirada al subgénero de relatos de espionaje característico de las novelas, especialmente, de John Le Carré. La historia de Breach es una historia sórdida, el retrato de un hombre desconfiado, envidioso, petulante y engreído, amargado por no poseer la suficiente capacidad como para brillar y ascender entre sus compañeros, que le reconocen como más inteligente que ellos pero a la vez como un bicho raro, malhumorado y extravagante. Un tipo al que su perseguidor, Eric O'Neill, un agente recién llegado al cuerpo al que se le coloca como secretario de Hanssen con la misión de espiarle y delatarle a la menor ocasión, llega a admirar. En cualquier caso la película deja muy claro que la suciedad del traidor no es menor que la del también traidor encargado de ganarse su confianza hasta darle caza. Poco a poco mientras la relación entre ambos se hace más íntima, Eric va desubriendo y la película nos descubre también a nosotros al Hanssen dubitativo, apesadumbrado, avergonzado incluso ante sus inclinaciones. En cualquier caso el final, especialmente para el cazador, no es agradable. Cae el traidor, sí, pero el "héroe" que le ha traicionado a su vez, ante la espectativa de un fulgurante ascenso por su gran éxito, abandonará el cuerpo. ¿Qué mejor momento para dejarlo? dirá un amargado O'Neill.

Todo esto, si no estuviera referido a una historia de espías en el FBI... ¿no nos resultaría familiar? Atesoro como uno de los más turbadores recuerdos de mi adolescencia la sintonía final de la serie de TV que protagonizó el soberbio Alec Guinnes en los años 80 sobre la novela de John Le Carré Tinker, Tailor, Soldier, Spy: llamada en España El Topo. Al final de cada capítulo acababámos de asistir a una vuelta de tuerca más en el descubrimiento del engaño, de la simulación, de la bajeza de una vida mezquina y ruín, la de las pequeñas y grandes traiciones que se esconden entre los archivos de las oficinas de un servicio de espionaje conocido en la novela como "el circo" pero que podría ser cualquiera de las empresas, oficinas, registros, colegios, departamentos universitarios, en los que nos movemos la mayoría de nosotros. Se levantaba una nueva mañana luminosa, el sol se reflejaba en la torre de una iglesia, y mientras los títulos de crédito iban pasando y se iban agotando, sonaba de fondo una hermosa y suave voz femenina que recitaba en inglés lo que años después descubrí que era el Gloria. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu, como era en el Principio y es Ahora y por Siempre será, por los Siglos de los Siglos. Sí, ese George Smiley desengañado, envejecido, solitario y separado del único verdadero amor de su vida, Anne, tan alta, hermosa, impresionante como siempre, y en esencia, la mujer de otro hombre, como nos dirá Le Carré, no es, no podría ser, solamente un espía británico retirado al que su gobierno requiere sus servicios para desenmascarar a un posible doble agente. Smiley es, o puede ser, como muy bien supo dibujarlo Le Carré, todos y cada uno de nosotros.


LOS OJOS DE KATHERINE HEPBURN

He vuelto a ver hace poco la versión de la obra teatral de 1966 The Lion in Winter, de James Goldman, en su primer adaptación al cine, dos años más tarde, dirigida por Anthony Harvey, y que le valió a Katherine Hepburn, con 51 años, su tercer Óscar (había ganado el segundo el año anterior por "Adivina quién viene a cenar"). Imagínense: en la Navidad de 1183, en el Castillo francés de Chinón (el mismo en el que Santa Juana de Arco convencerá al futuro rey Carlos a luchar contra el invasor inglés en 1428) se reúnen el rey de Inglaterra Enrique II Plantagenet; su esposa Leonor de Aquitania, a la que mantiene encarcelada desde hace años y con la que solamente se reúne en contadas ocasiones de Estado; y sus hijos Geoffrey, Duque de Bretaña, y los futuros reyes Juan sin Tierra, candidato elegido por Enrique para sucederle, y Ricardo Corazón de León, candidato preferido por Leonor. La película retrata con toda su crudeza el enfrentamiento entre los dos hermanos, dispuestos a cualquier cosa por ocupar el trono a la muerte de su padre. Pero entremezclados con la descripción de la encrucijada histórica abierta a la muerte de Enrique, en la película nos encontramos con una magistral reflexión sobre el paso del tiempo, la inevitabilidad de la muerte, el desamor como semilla de odio y de destrucción, la sensación del pasado perdido, de la vida malgastada, del peso enorme del tiempo. La relación entre Enrique II (genial Peter O'Toole) y Leonor de Aquitania es, dentro de la crudeza del enfrentamiento por la sucesión, pero sobre todo de la sensación asfixiante de los agravios y traiciones pasadas, omnipresente en toda la película, una de las más hermosas historias de amor o mejor de recuerdo de un amor, vistas en una pantalla. El amor herido, desgastado, que llega como llegan las vidas de los dos amantes a su final, y a un final en el que todo se desmorona, pero que a la vez mantiene casi intacto un último reducto, un último e íntimo puñado de recuerdos, los recuerdos atesorados durante los mejores años de la juventud de ambos, tal vez lo único y únicos años que merecieron la pena ser vividos. Los ojos de Katherine Hepburn en esta película son de lo más hermoso y la mirada que es capaz de darle al personaje de Leonor, una de las miradas a la vez más trágicas, implacable y tierna a la vez, que se hayan podido ver en un pantalla de cine. Verdadera encarnación de la profunda violencia de una época oscura, capaz de engendrar las más atroces crueldades en los campos de batalla y los versos más hermosos en las canciones de los trovadores. He vuelto a pasar dos horas verdaderamente abrumado por la belleza de una interpretación magistral, de una pareja protagonista soberbia y sobre todo y ante todo por la belleza y elegancia de unos ojos capaces de expresar todo el inmenso interior de contradicciones y sutilezas de un alma enamorada, profundamente enamorada, capaz de los más abyectos odios y de la tristeza más profunda. No te dejaré le dice Leonor a Enrique. ¿Dejarme? ¿Acaso nos vemos? ¿Tal vez nos escribimos? ¿Cómo podrías dejarme, si te tengo encerrada en una fortaleza lejana desde hace años? Sí, contesta ella, ¿pero acaso no sientes las cadenas?