Cuaderno de Bitacora - Notas y Actualizaciones al Portal de la Bruja

Sunday, January 03, 2010

Una de las más inteligentes canciones que nunca hayan intentado definir eso que llamamos amor. El videoclip de Eurythmics empezaba con una mujer maravillosa de larga melena rubia platino, enfundada en un abrigo de piel, que salía de una casa y subía a un gran coche negro. Sí, el amor es un desconocido. Un desconocido en un gran coche que te tienta para que entres y para llevarte muy, muy lejos, conduciendo bajo las luces de neón de la ciudad oscura y lluviosa. El amor no era ya nada que tuviese que ver con aquellas cosas tan bonitas como el espíritu, las doradas puestas de sol, los pájaros en el cielo, las nubes. No: el amor es la más peligrosa de las drogas, aquella que tanto necesitas y de la que aunque te llenes nunca estarás satisfecho. El amor es un peligro, de un tipo extraño y desconocido, que te llevará con él hasta más allá de lo que hubieras podido soñar y luego te dejará atrás y seguirá su camino en solitario. El amor era peligroso y ruín, celoso por naturaleza, su filo agudo e innoble como el de unas tijeras. Pero cuando lo alcanzabas... llegabas a esa plenitud de la que se sale envuelto en sudor y como un zombi. Annie Lennox se arrancaba la peluca rubia y nos mostraba su pelo de fuego y su salvaje mirada escocesa. Annie Lennox, la mujer más hermosa, la voz más fuerte, la mujer del traje negro y las gafas oscuras -Gibson nos había descubierto ya que los nuevos héroes vestían de negro y ocultaban sus almas envolviéndolas en gafas de sol- mientras el coche negro se pierde entre las callejuelas engullido por la ciudad voraz y despiadada. "Y te quiero, te quiero, te quiero, te quiero: eres mi obsesión." Los años eran los ochenta. El mundo del videoclip era nuestro mundo, era mi mundo. El amor era y sigue siendo un extraño, un terrible desconocido, ansiado como se ansía la más dura de las drogas y peligroso como la misma muerte. Y el mundo no ha dejado de ser un mundo cyberpunk.


EL CEREBRO DEL GATO

Curiosamente, según parece el cerebro animal más anatómicamente similar al humano no es el del simio, como podría suponerse, sino el del gato. Quizás seamos más que ninguna otra cosa un gato torpe. Existen un Dios y una Humanidad pero no desde luego en el sentido en el que tradicionalmente se nos ha hecho creer en su existencia. Dios es ese principio imbuido en el corazón de todas las cosas desde el brillante momento del big bang. Y los seres humanos compartimos eso que llamamos humanidad únicamente debido a que la evolución nos ha hecho muy complicados, tanto que nuestra capacidad de aprendizaje lleva aparejada la necesidad de ser alimentados y cuidados casi hasta los doce años de edad. Eso, y el ser animales sexuados que sienten el deseo hacia el sexo contrario, es el único lazo que nos mantiene unidos en esas estructuras culturales que llamamos familia y que constituyen la base de nuestra pretendida humanidad. Pero tras estas máscaras se oculta un animal, egoísta e insolidario, chapucero y cruel. La evolución nos ha convertido en gatos torpes, deformes, lentos, mentirosos. Ya no conocemos el gozo que se encierra en el corazón del cazador. Quizás este es el sentido de la frase lapidaria con la que el Drácula de Stoker se lamentaba en aquella lejana noche de tormenta en el corazón de los Cárpatos. Gatos torpes, como marinos que hubiesen perdido la gracia del mar.


MOTHERHOOD

En la película de Katherine Dieckmann Motherhood (2009), Uma Thurman interpreta el papel de Elisa Welsh, una atareada escritora y ama de casa que ha de lidiar con todos los inconvenientes de vivir en el centro de Nueva York haciéndose cargo todos los días de sus dos hijos pequeños mientras su marido trabaja al otro lado de la ciudad, y apenas sacando un rato al día para escribir su blog, en el que intenta reflejar precisamente eso: qué significa la maternidad y el ser madre en la Nueva York de comienzos de siglo. Titulada en España como "Una mamá en apuros", la película podría fácilmente haber sido una comedia urbana con tintes melodramáticos, y en cierta medida no evita el utilizar determinados clichés de género. Y sin embargo, una vez más, Uma Thurman, con ayuda de un grupo de actores excelentes, como Anthony Edwards en el papel del marido de la protagonista, va rompiendo todos todos los esquemas y demuestra que es una de las más grandes actrices de su generación. Motherhood encierra bajo un disfraz de comedia, un fondo áspero de profundo dolor y tristeza; representa la amarga reflexión acerca de la inutilidad de la rutina de cada día, la soledad, el miedo al paso del tiempo y a la insignificancia de nuestras anónimas y pequeñas vidas cotidianas. En buenas medida, el miedo al desamor, a la rutina que es capaz de matar toda pasión, a la muerte... En una interpretación asombrosa, plano tras plano vamos asistiendo al descenso al infierno de esa mujer buena e inteligente que sencillamente llega a ese punto con el que todos en buena medida convivimos: la sensación de no poder más. Es inevitable el ver en las lágrimas de Elisa, lo mismo que en la ternura de su mirada al contemplar a sus hijos, un reflejo de la propia vida de Uma Thurman, con varios fracasos sentimentales a sus espaldas pero madre devota también en la llamada "vida real". Película profundamente humana, conmovedora, que da mucho más de lo que pudiera parecer a primera vista. No es una de las menores deudas que todos los aficionados al cine tenemos con Quentin Tarantino, la de habernos rescatado a su íntima amiga Uma Thurman. Como decía uno de los productores de "Blade Runner" tras el fracaso de su estreno, "algún día siempre alguien se da cuenta".